Hablamos de la Madrila (Cáceres). Barrio condenado y abandonado a su suerte.
Marina debe andar por los setenta y .... buena presencia, educada y amable con todos sus vecinos. Dedicó una larga vida a los demás desde su puesto de enfermera. Ahora se supone que debe disfrutar de un merecido descanso. No es cierto.
- Ya cuando llega el jueves –dice – me pongo a temblar. Simplemente pensar en lo que me espera desde ese día al domingo es que tiemblo.
En su mismo bloque vive Teresa. Algo más mayor que Marina, viuda y aspecto señorial. Vive encima del chunda chunda más espantoso del barrio. Su tantán (algunos llaman música) se escucha a cincuenta metros del local.
- Pues imagínese en mi casa – me confesaba la pobre Teresa – incluso un día que vinieron unos señores a medir el ruido, me dijeron ¿cómo puede usted aguantar esto señora?. Es insoportable, y así noche tras noche.
A veces pienso que los vecinos de este barrio son todos descendientes del Santo Job, pues no creo que alguien les gane a paciencia. El portero del bloque de al lado al mío desespera, pero ya no habla del tema.
- No se puede hacer nada – dice – yo llamo muchas veces a la Policía pero ya ni vienen. Algunas veces me preguntan ¿pero dónde es el ruido? ¿en un piso? Y cuando les digo que es en el bar que tengo debajo de casa me dicen que no pueden hacer nada.
Convencido está de que es cierto, que no se puede hacer nada - al menos eso me dice – Por dentro está pensando que algo se podrá hacer, sobre todo desde que yo le he dicho que tenemos que unirnos y defender nuestros derechos. Me doy cuenta que aunque la desesperación es muy grande en los residentes de la Madrila, en cuanto ven un poco de esperanza, reaccionan y están dispuestos a contarte sus quejas desgarradoras.
- Llevo años y años tomando pastillas y aún así es una auténtica tortura el estar sometido a este ruido. Ya pienso que me moriré sin ver solucionado el problema. – Me confiesa con enorme tristeza Teresa –
Y es que es muy triste que uno derecho a un supuesto ocio prevalezca sobre un derecho al descanso y a la intimidad de tu hogar. Peor aun y más triste, que esto suceda ante la pasividad de las llamadas Autoridades competentes. La inactividad de la Autoridad Municipal es manifiesta, afirmación que puede ser ratificada por la inmensa mayoría (salvo mala fe o connivencia) de los vecinos del barrio.
Desde hace ya muchos años durante los fines de semana se aglomeran numerosas personas (jóvenes y no jóvenes) que permanecen en las calles consumiendo bebidas alcohólicas hasta el amanecer, causando numerosas molestias debido a las voces, ruidos, peleas, actos vandálicos, etc. que impiden el descanso de los vecinos. Ante las peticiones efectuadas en numerosas ocasiones solicitando se impida el consumo de bebidas alcohólicas en la calle, el consumo de drogas, la utilización de aparatos musicales de gran potencia en la calle o fuera de ella, para que se controle el ruido que provocan las motocicletas sin silenciador en tubo de escape, etc. etc. el Ayuntamiento no da respuesta alguna. Es manifiesta la pasividad denunciada aquí y en otras muchas ocasiones a la hora de afrontar un problema que efectivamente es común a muchas ciudades de España por el fenómeno sociológico que comporta, pero que en el presente caso se concreta a una zona determinada de Cáceres, que por el tipo de edificaciones, (alrededor de plazas, lo que genera eco), saturación de locales, etc. incide de manera más intensa en la vida cotidiana de los que aquí habitamos y que nos vemos abrumados por las molestias denunciadas.
Desde aquí y creo que representando el sentir mayoritario de los vecinos de la Madrila-Peña del Cura, nuevamente hago una petición concreta, es decir que se utilicen los medios necesarios para impedir las molestias y ruidos que de manera constante sufrimos los vecinos de este barrio los fines de semana.
Sabemos que debemos abordar el examen de la cuestión planteada coincidiendo con la Administración en determinados aspectos, por ejemplo, en que la "movida" es un fenómeno sociológico producto de causas heterogéneas (una de ellas no sólo la permisividad de las autoridades, sino la promoción por parte de algunas. Recordemos el caso del alcalde de Madrid Tierno Galván) que está causando verdaderos estragos en la Sociedad por el abuso del consumo de alcohol y drogas, violencia en las personas y bienes y molestias a los vecinos de aquellas zonas que por una u otra causa son elegidas para divertirse.
También es cierto que no puede el Ayuntamiento usar métodos represivos salvajes ni impedir concentraciones de jóvenes o el consumo de alcohol o la utilización de vehículos de motor y que – como se nos dice en ocasiones - la responsabilidad de los padres, educadores y de la sociedad en general no es ajena al fenómeno, porque la falta de educación, cultura, solidaridad y civismo de nuestros jóvenes son la causa de los efectos indeseables de este fenómeno social. Compartimos igualmente que no sólo la Administración Municipal, sino la del Estado y Comunidad Autónoma en el ámbito de sus respectivas competencias puede combatir, mediante el ejercicio de la acción policial correspondiente, el tráfico de estupefacientes, la violencia callejera, etc. para que se haga efectiva la Seguridad Ciudadana.
Ahora bien, no estamos exigiendo aquí a los padres, educadores, a la Sociedad, sino denunciando una inactividad de la Administración Central, Autonómica o Municipal denunciada por los vecinos afectados en una concreta zona de movida y particularizada en cuestiones concretas relativas a impedir el consumo de bebidas alcohólicas en la calle, la utilización de aparatos musicales de gran potencia en la calle o fuera de ella, control de ruido de motocicletas, en locales o bares así como que se transgredan los horarios de cierre, e impedir a los transeúntes que voceen, canten o escandalicen hasta el punto de no permitir el descanso y el sueño a los residentes.
Siendo plausibles todas las medidas legislativas, las encaminadas a paliar los efectos nocivos, las preventivas educativas y alternativas que ponen de manifiesto la voluntad de la Autoridad de hacer frente al problema, con bandos municipales sobre el silencio y ordenanzas sobre la contaminación acústica, o la Ley sobre Ocio por parte del Poder autonómico, nuestra experiencia pone de manifiesto que la permisividad por una parte y la inactividad municipal por otra contribuyen a las molestias y ruidos que impiden el descanso de los vecinos de la zona de la Madrila. En efecto no basta con regular mediante las oportunas ordenanzas la protección del medio ambiente, la prohibición de venta de alcohol fuera de los establecimientos que tengan licencia para ello, la limpieza en los lugares públicos, sino que con los medios adecuados hacer efectivas dichas Ordenanzas impidiendo se sobrepasen los límites de emisión de ruidos procediendo al cierre de los establecimientos que lo incumplan e incluso dispersando las concentraciones de jóvenes cuando se sobrepasan dichos límites. No se trata de ejercer una represión policial, sino dentro de los límites de dicha función denunciar una y otra vez las infracciones administrativas, incomodar y disuadir sin descanso a los ciudadanos en sus incívicos comportamientos y no favorecer bajo ningún concepto concentraciones porque los derechos de los jóvenes a expresarse y reunirse deben encontrar sus límites en los derechos de los demás ciudadanos al descanso y a la propia vida entendida en un sentido amplio no sólo físico, que se ven menoscabados al no adoptar la Administración las medidas adecuadas y suficientes para paliar al menos en parte los efectos negativos aquí concretados.
Consideramos que se pueden adoptar medidas de control adecuadas para evitar el ruido, el consumo de bebidas alcohólicas en la calle, la utilización de aquélla como urinario público, los daños al espacio público y sus elementos, y permitir la libre circulación de personas y vehículos, con una dotación policial adecuada que exija en todo momento el cumplimiento de cuantas normas y Ordenanzas estén vigentes en sus estrictos términos.
A la Administración le incumbe en su función de policía el cumplimiento del deber de vigilancia de horarios de cierre, emisión de ruidos de bares, vehículos, etc. y de la situación alcanzada y que sufren los vecinos de este barrio se desprende cierta inactividad administrativa que perjudica indudablemente a los vecinos de la zona que han de soportar la incomodidad para descansar en sus propias viviendas por el exceso de ruidos que impiden el descanso nocturno y otras molestias que no tienen el deber jurídico de soportar y que se pueden paliar, si la Administración en el ámbito de su competencia no hace dejación de su función y adopta cuantas medidas sean necesarias para exigir el cumplimiento de la Ley haciendo posible que el ejercicio de un derecho por parte de un sector de la población no menoscabe los derechos de los vecinos de la zona en la que se concentran.
Ciertamente dichas medidas resultan impopulares y pueden tener un coste electoral por parte del sector afectado pero no hay que olvidar que la Administración como proclama el artículo 103 de la Constitución debe servir con objetividad los intereses generales con sometimiento pleno a la Ley y al Derecho así como o a los fines que la justifican (artículo 106 de la Constitución). Tampoco olvide el político que el no paliar esta situación también le puede acarrear un coste político no deseado.
¡VECINOS DE LA MADRILA-PEÑA DEL CURA, LUCHEMOS POR NUESTROS DERECHOS!
Marina debe andar por los setenta y .... buena presencia, educada y amable con todos sus vecinos. Dedicó una larga vida a los demás desde su puesto de enfermera. Ahora se supone que debe disfrutar de un merecido descanso. No es cierto.
- Ya cuando llega el jueves –dice – me pongo a temblar. Simplemente pensar en lo que me espera desde ese día al domingo es que tiemblo.
En su mismo bloque vive Teresa. Algo más mayor que Marina, viuda y aspecto señorial. Vive encima del chunda chunda más espantoso del barrio. Su tantán (algunos llaman música) se escucha a cincuenta metros del local.
- Pues imagínese en mi casa – me confesaba la pobre Teresa – incluso un día que vinieron unos señores a medir el ruido, me dijeron ¿cómo puede usted aguantar esto señora?. Es insoportable, y así noche tras noche.
A veces pienso que los vecinos de este barrio son todos descendientes del Santo Job, pues no creo que alguien les gane a paciencia. El portero del bloque de al lado al mío desespera, pero ya no habla del tema.
- No se puede hacer nada – dice – yo llamo muchas veces a la Policía pero ya ni vienen. Algunas veces me preguntan ¿pero dónde es el ruido? ¿en un piso? Y cuando les digo que es en el bar que tengo debajo de casa me dicen que no pueden hacer nada.
Convencido está de que es cierto, que no se puede hacer nada - al menos eso me dice – Por dentro está pensando que algo se podrá hacer, sobre todo desde que yo le he dicho que tenemos que unirnos y defender nuestros derechos. Me doy cuenta que aunque la desesperación es muy grande en los residentes de la Madrila, en cuanto ven un poco de esperanza, reaccionan y están dispuestos a contarte sus quejas desgarradoras.
- Llevo años y años tomando pastillas y aún así es una auténtica tortura el estar sometido a este ruido. Ya pienso que me moriré sin ver solucionado el problema. – Me confiesa con enorme tristeza Teresa –
Y es que es muy triste que uno derecho a un supuesto ocio prevalezca sobre un derecho al descanso y a la intimidad de tu hogar. Peor aun y más triste, que esto suceda ante la pasividad de las llamadas Autoridades competentes. La inactividad de la Autoridad Municipal es manifiesta, afirmación que puede ser ratificada por la inmensa mayoría (salvo mala fe o connivencia) de los vecinos del barrio.
Desde hace ya muchos años durante los fines de semana se aglomeran numerosas personas (jóvenes y no jóvenes) que permanecen en las calles consumiendo bebidas alcohólicas hasta el amanecer, causando numerosas molestias debido a las voces, ruidos, peleas, actos vandálicos, etc. que impiden el descanso de los vecinos. Ante las peticiones efectuadas en numerosas ocasiones solicitando se impida el consumo de bebidas alcohólicas en la calle, el consumo de drogas, la utilización de aparatos musicales de gran potencia en la calle o fuera de ella, para que se controle el ruido que provocan las motocicletas sin silenciador en tubo de escape, etc. etc. el Ayuntamiento no da respuesta alguna. Es manifiesta la pasividad denunciada aquí y en otras muchas ocasiones a la hora de afrontar un problema que efectivamente es común a muchas ciudades de España por el fenómeno sociológico que comporta, pero que en el presente caso se concreta a una zona determinada de Cáceres, que por el tipo de edificaciones, (alrededor de plazas, lo que genera eco), saturación de locales, etc. incide de manera más intensa en la vida cotidiana de los que aquí habitamos y que nos vemos abrumados por las molestias denunciadas.
Desde aquí y creo que representando el sentir mayoritario de los vecinos de la Madrila-Peña del Cura, nuevamente hago una petición concreta, es decir que se utilicen los medios necesarios para impedir las molestias y ruidos que de manera constante sufrimos los vecinos de este barrio los fines de semana.
Sabemos que debemos abordar el examen de la cuestión planteada coincidiendo con la Administración en determinados aspectos, por ejemplo, en que la "movida" es un fenómeno sociológico producto de causas heterogéneas (una de ellas no sólo la permisividad de las autoridades, sino la promoción por parte de algunas. Recordemos el caso del alcalde de Madrid Tierno Galván) que está causando verdaderos estragos en la Sociedad por el abuso del consumo de alcohol y drogas, violencia en las personas y bienes y molestias a los vecinos de aquellas zonas que por una u otra causa son elegidas para divertirse.
También es cierto que no puede el Ayuntamiento usar métodos represivos salvajes ni impedir concentraciones de jóvenes o el consumo de alcohol o la utilización de vehículos de motor y que – como se nos dice en ocasiones - la responsabilidad de los padres, educadores y de la sociedad en general no es ajena al fenómeno, porque la falta de educación, cultura, solidaridad y civismo de nuestros jóvenes son la causa de los efectos indeseables de este fenómeno social. Compartimos igualmente que no sólo la Administración Municipal, sino la del Estado y Comunidad Autónoma en el ámbito de sus respectivas competencias puede combatir, mediante el ejercicio de la acción policial correspondiente, el tráfico de estupefacientes, la violencia callejera, etc. para que se haga efectiva la Seguridad Ciudadana.
Ahora bien, no estamos exigiendo aquí a los padres, educadores, a la Sociedad, sino denunciando una inactividad de la Administración Central, Autonómica o Municipal denunciada por los vecinos afectados en una concreta zona de movida y particularizada en cuestiones concretas relativas a impedir el consumo de bebidas alcohólicas en la calle, la utilización de aparatos musicales de gran potencia en la calle o fuera de ella, control de ruido de motocicletas, en locales o bares así como que se transgredan los horarios de cierre, e impedir a los transeúntes que voceen, canten o escandalicen hasta el punto de no permitir el descanso y el sueño a los residentes.
Siendo plausibles todas las medidas legislativas, las encaminadas a paliar los efectos nocivos, las preventivas educativas y alternativas que ponen de manifiesto la voluntad de la Autoridad de hacer frente al problema, con bandos municipales sobre el silencio y ordenanzas sobre la contaminación acústica, o la Ley sobre Ocio por parte del Poder autonómico, nuestra experiencia pone de manifiesto que la permisividad por una parte y la inactividad municipal por otra contribuyen a las molestias y ruidos que impiden el descanso de los vecinos de la zona de la Madrila. En efecto no basta con regular mediante las oportunas ordenanzas la protección del medio ambiente, la prohibición de venta de alcohol fuera de los establecimientos que tengan licencia para ello, la limpieza en los lugares públicos, sino que con los medios adecuados hacer efectivas dichas Ordenanzas impidiendo se sobrepasen los límites de emisión de ruidos procediendo al cierre de los establecimientos que lo incumplan e incluso dispersando las concentraciones de jóvenes cuando se sobrepasan dichos límites. No se trata de ejercer una represión policial, sino dentro de los límites de dicha función denunciar una y otra vez las infracciones administrativas, incomodar y disuadir sin descanso a los ciudadanos en sus incívicos comportamientos y no favorecer bajo ningún concepto concentraciones porque los derechos de los jóvenes a expresarse y reunirse deben encontrar sus límites en los derechos de los demás ciudadanos al descanso y a la propia vida entendida en un sentido amplio no sólo físico, que se ven menoscabados al no adoptar la Administración las medidas adecuadas y suficientes para paliar al menos en parte los efectos negativos aquí concretados.
Consideramos que se pueden adoptar medidas de control adecuadas para evitar el ruido, el consumo de bebidas alcohólicas en la calle, la utilización de aquélla como urinario público, los daños al espacio público y sus elementos, y permitir la libre circulación de personas y vehículos, con una dotación policial adecuada que exija en todo momento el cumplimiento de cuantas normas y Ordenanzas estén vigentes en sus estrictos términos.
A la Administración le incumbe en su función de policía el cumplimiento del deber de vigilancia de horarios de cierre, emisión de ruidos de bares, vehículos, etc. y de la situación alcanzada y que sufren los vecinos de este barrio se desprende cierta inactividad administrativa que perjudica indudablemente a los vecinos de la zona que han de soportar la incomodidad para descansar en sus propias viviendas por el exceso de ruidos que impiden el descanso nocturno y otras molestias que no tienen el deber jurídico de soportar y que se pueden paliar, si la Administración en el ámbito de su competencia no hace dejación de su función y adopta cuantas medidas sean necesarias para exigir el cumplimiento de la Ley haciendo posible que el ejercicio de un derecho por parte de un sector de la población no menoscabe los derechos de los vecinos de la zona en la que se concentran.
Ciertamente dichas medidas resultan impopulares y pueden tener un coste electoral por parte del sector afectado pero no hay que olvidar que la Administración como proclama el artículo 103 de la Constitución debe servir con objetividad los intereses generales con sometimiento pleno a la Ley y al Derecho así como o a los fines que la justifican (artículo 106 de la Constitución). Tampoco olvide el político que el no paliar esta situación también le puede acarrear un coste político no deseado.
¡VECINOS DE LA MADRILA-PEÑA DEL CURA, LUCHEMOS POR NUESTROS DERECHOS!
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